De vendedor de cocadas a empresario: El dulce transitar de Marcelo Gislon
Blumenau, un pueblo de poco tránsito y carácter alemán, es el origen de una historia digna de una miniserie de Netflix. La de Marcelo Gilson, para ser precisos, empresario de trayectoria exitosa, mirada atenta y ademán austero, que a sus 50 años conserva la humildad y la conexión con su propia infancia, donde inició su vida emprendedora.
En ese villorrio tranquilo creció, algo ajeno al convulso devenir de un Brasil y una Latinoamérica que transitaban al retorno democrático, pero siempre conectado con las carencias tan comunes en el continente. Eran años del auge del rock nacional, de cambios culturales y decepciones futboleras de la mano del mítico doctor Sócrates, Zico y Careca. También de tragedias, como la crecida del Río Itajaí de 1984 que inundó la ciudad, dejó más de 70 mil damnificados y obligó a muchas familias a reinventarse. Entre ellas la de Marcelo.
Pero ya volveremos a ello.
Cuarenta años después, en medio del ajetreo de la Intermodal 2024 y sus miles de hombres de negocios, este hombre afable luce feliz. Acaba de conseguir un camión, un vehículo que personalizó -con toques dorados- y con el que cumplió parte de un viejo anhelo: ser camionero. “Mi papá no me dejó”, relata, recordando a su progenitor que vivía del transporte de carga.
La otra noticia que lo tiene feliz es el cierre de la compra de una Eco Reachstacker Kalmar, la primera de su terminal extraportuario. Otro sueño, dice. “Comprar esta Eco Reachstacker de Kalmar es un sueño. Con esta máquina y la que vendrá después daremos un giro en la operación de nuestra empresa. Eso hará que tengamos una operación más segura, más eficiente y limpia. Nos ayudará a crecer y, así, habrá mejores condiciones para mis 90 funcionarios que podrán crecer también y recibir más renta”, cuenta Marcelo.
Su empresa, que partió hace un par de décadas cuando -junto a su hermano- reunió dinero suficiente para comprar un primer camión, la construyó a pulso. Desde cero, con mucha resiliencia y adaptación, hasta llegar al punto actual: dueño de una robusta flota e iniciando una etapa como operador extraportuario en las cercanías de los puertos de Itajaí y Navegantes
Una historia que se remonta a su infancia en Blumenau, cuando en plena reconstrucción de la urbe después de la riada -que este 2024 volvió a repetirse-, comienza a edificar su perfil empresarial, vendiendo bolsitas con dulces de coco que producía su mamá como una forma de mejorar los ingresos para la modesta y numerosa familia. “Teníamos bastantes limitaciones. Mi papá trabajaba y mi mamá cuidaba de los cinco sola, entonces ya con 11 años de edad, yo iba a la calle a vender dulces”, evoca. Cada día, con habilidad y persuasión, vendía hasta 100 paquetitos de caramelos a operarias de una fábrica cercana.
Sus primeros “negocios” perseguían un noble objetivo: ayudar a que la familia comprara su propio terreno para levantar una casa, y así dejar de arrendar. El impulso lo llevó a diversificar, y así se “cambió” al rubro de la gelatería. “La venta del helado era independiente del dulce que mi mamá producía. Ella hacía el dulce, me daba un valor y yo le llevaba exactamente ese valor, pero el helado no. Con el helado yo ganaba una comisión que, al final del día, me daba el heladero, que se llamaba Seu Nelson. Yo apretaba bien ese dinero en mi mano y se lo llevaba al 100% a mi mamá. Hice eso por casi tres años hasta que conseguí mi primer empleo en una fábrica”, agrega.
Fueron más de cinco años trabajando y colaborando con el sueño familiar. Entre medio hubo algunas privaciones y anhelos postergados que, sin embargo, no hicieron mella en su carácter ni en las memorias de la niñez. “Soy una persona feliz con mi infancia. No tengo traumas”, recalca. Más aún si el objetivo se cumplió: Marcelo y su familia lograron comprar un terreno y construir una casa propia.
“Construimos una casa pequeña, a media agua, de madera y aunque mis amigos se reían y tenían vergüenza de mi casa, pero yo nunca tuve vergüenza de mi casa, de mi mamá ni de mi papá. Nunca tuve vergüenza de la vida que teníamos. Hoy mi papá lleva fallecido 18 años y, por eso, ahora que estoy comprando una máquina como esta (…) Yo quería ser camionero, pero mi papá no me dejó seguir su profesión, porque creo que él veía en mí algo diferente y veo que Dios abrió esa puerta para mí, donde trabajé aprendí y como nadie me dio empleo de camionero, decidí comprar mi primer camión”, cuenta.
Del sueño de la casa, siguió el sueño de la empresa. “Me acuerdo bien cuándo empezamos. Yo tengo un hermano que también es empresario, tiene una empresa de transportes aquí en Sao Paulo, grande y próspera. Partimos juntos, yo trabajaba en un lugar y él en otro y siempre venía conmigo para decirme que compráramos un camión. Ahí le dije que sí, vendí un auto, di el pie y partimos, pero le dije que cuando tuviéramos dos, uno sería para mí y el otro para él y fue así como cada uno terminó cada uno con su empresa. Ahora yo tengo 90 trabajadores, así que soy responsable por 90 familias”.
“Allá hay muchos jóvenes que tienen una vida muy parecida a la mía y siempre hablo con algunos de ellos, los llamó a trabajar a la empresa y les cuento cómo fue mi vida, les digo que no tenía nada, no tenía una bicicleta y que ellos también pueden conseguir todo, como esta máquina Kalmar”, agrega.
Un nuevo paso
Según Marcelo Gislon, su negocio ahora está dando un giro. Con la misma determinación que lo llevó a sacar a sus padres de la precariedad del arriendo, adquirir su primer camión o terminar sus estudios, la compra de la Eco Reachstacker de Kalmar ha sido un nuevo paso en su historia de éxito. “La máquina es una virada que hará más fuerte a mi empresa y ayudará que mis trabajadores puedan desarrollarse, obtener más renta, tener mejor calidad de vida, más beneficios y condiciones para que también conquisten el sueño de ellos”, afirma
“Fui al mercado a dar una mirada a las máquinas usadas que valen unos 80 mil reales, pero por la experiencia que tengo con los camiones, un camión usado, es usado. No tiene garantía, no me da posibilidades de tener contratos de mantención y con esta máquina nueva no es lo mismo. Esta máquina nos va a dar seguridad, el personal ya me ofreció paquetes de servicios, piezas, mano de obra, garantía, entonces veo que con Kalmar voy a reforzar esa operación con tranquilidad y, por eso, ya tengo un pedido para noviembre para una segunda Eco Reachstacker, porque queremos polucionar lo menos posible”, concluye el hombre que, ante la emergencia que aún atraviesa su ciudad por las inundaciones, decidió poner a disposición el transporte para movilizar ayudas para los damnificados.
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